Evaluar algo es colocarlo frente a un espejo. Lo único que puede ser espejo de los actos humanos es un armazón de valores. Toda armazón de valores tiene una tendencia y, por tanto, es inevitable que la imagen captada por la evaluación sea deformada. Esto es una fatalidad, pero no una desgracia. Sólo que, es necesario que seamos conscientes de ello. Incluso, es esta conciencia la que fundamenta el cultivo de la evaluación.